martes, 24 de marzo de 2009

Historia del Taxi en el siglo XVIII



En este siglo se incrementa el parque móvil de coches de alquiler en el centro de la Villa. Se populariza el transporte en coche de caballos y aparece el famoso coche simón que alcanzó gran fama en las tertulias literarias por sus incomodidades y elevados precios. Otro acontecimiento importante en la historia del taxi es la aparición de los coches diligentes, un nuevo concepto de carruaje de alquiler que se instala en el centro de la capital y que empieza a explotarse con arreglo a unas bases municipales. El nuevo servicio dispone de puntos fijos de parada, horarios en función de la época del año y una vestimenta especial en los cocheros.

Un auto del 26 de mayo de 1704 ordenaba a "los dueños y alquiladores de coches, carros, galeras y literas no los puedan tener de noche en las calles; y en cuanto a dejarlos en ellas de día no se hiciera novedad ni se les impidiese, con calidad de que no embaracen el paso". Junto a los tradicionales coches o carruajes de alquiler como las mulas, literas, sillas de mano y calesines, aparecen otros modelos como las estufas (carrozas acristaladas), carrozas, calesas y furgones.

A mediados del siglo XVIII apareció un nuevo concepto de carruaje de alquiler que daría nombre a uno de los coches más castizos que ha tenido la historia de la circulación en Madrid: el coche simón. Este vehículo se popularizó tanto entre la población madrileña que cualquier carruajes de alquiler fue llamado simón.

Según Ángel Fernández de los Ríos, el origen del término simón procedía de los "servicios que a Fernando VI había prestado en las jornadas a los Sitios un alquiladro de coches de colleras llamado Simón González". A pesar de los novedoso de la empresa el servicio no gozó de buena prensa y pronto empezaron a recibir múltiples críticas por el estado de los coches y animales. El alquiler del coche debía ser necesariamente de medio día y costaba 50 reales más 10 de propina.

OPINIÓN DEL MARQUÉS DE LA VILLA DE SAN ANDRÉS SOBRE EL COCHE SIMÓN

"Los que alquilan, a quienes llamana Don Simón (cuyo bautismo tomaron del primero que fundó la orden rigurosa de alquilarlos), puesto que cuestan cuarenta reales por día o cincuenta pesos por meses cuando menos, son tan infames, tan desfirrapados, tan flacas las mulas y tan borrachos los cocheros, que es entrar en ellos simonía; y con tal desprecio se usa de ellos, que menos afrentoso es nadar en este golfo de basura, que pasar de un mar a otro embarcado en ellos. Son muy pocos, nadie va en ellos a el paseo... sirven para visitas de señoras doñas juanas, para bautismos de pobres, para enfermos, para forasteros que no saben donde se han metido, para alguno que le precisan sus negocios en ocasiones que llueve y para otras aventuras de Venus...".



LOS COCHES DILIGENTES

Una de las no vedades que aparecen a finales del siglo XVIII es la creación de un sistema de coches de alquiler con parada fija que ofrecen un servicio por horas o trayectos. Aunque el alquiler de medios de transporte comienza a desarrollarse a lo largo del último tercio del siglo XVI como es el caso de las sillas de manos y mulas, o a primeros de este siglo, como ocurre con el de coches y literas. Pero los coches diligentes aportan innovaciones y novedades y puede ser considerado como el precursor de los futuros taxis madrileños, es decir, no se parecen en nada a los que prestan servicio en la ciudad hasta el momento.
El 14 de septiembre de 1792 el monarca Carlos IV aprobó el establecimiento de los coches diligentes. El beneficiario fue don Francisco Tolosa y los coches, similares a los carruajes Fiacres de Francia, debían ser tirados por dos buenas mulas y el cochero debía ir vestido de librea, casaca y calzón verde, chaleco y botones de metal dorado. Como prueba empezaron a circular 12 coches situados en varios puntos de la ciudad como las plazas de la Cebada, Puerta del Sol y Santo Domingo. El servicio se prestaba de 7 a 13 y de 15 a 23 horas de abril a septiembre y el resto del año se recortaba el servicio una hora por la mañana y otra por la noche excepto los días especiales como los de toros y al finalizar las funciones teatrales.



Los coches eran de 4 asientos y se prohibía a los cocheros que fueran ocupados por más viajeros aunque a la zaga del carruaje podían viajar hasta 2 criados. Todos los vecinos de la villa podían utilizar el nuevo servicio público menos las personas indecentes que pudieran perjudicar su limpieza con trajes poco higiénicos "como los Carboneros, Aceiteros, Tocineros y otros de esta naturaleza".

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